Cuando la música es buena
Este artículo está escrito en colaboración con La Semana del Sonido.
La música marca el ritmo de nuestras vidas desde hace millares de años. Creadora de emociones, estimulante de la memoria, pero también herramienta terapéutica para diversas patologías, la música y sus efectos en el cerebro no acaban de sorprendernos.
The beginning [ONE OK ROCK]
Tenemos la suerte de formar parte de las especies a las que les gusta la música hasta el punto de crearla y de menear nuestro trasero cuando la oímos. Una de las diferencias que encontramos entre nosotros, Homo sapiens, y el cerebro de nuestros primos los grandes monos es el aumento de la superficie que sirve para tratar la información auditiva, los lóbulos temporales (la zona que masajeas cuando te duelen las sienes…). Pero eso no es todo, también encontramos entre nosotros otros mamíferos a quienes les gusta la música, un desarrollo de la oreja media a partir de los huesos de la mandíbula, lo que nos permite una transmisión del sonido yendo de 20 Hz a 20 000 Hz. Más allá de esto hablamos de ultrasonidos.
Antes de sacar las guitarras y la batería para hacer jams, la música venía de nuestras cuerdas vocales: la voz fue nuestro primer instrumento. Se trata de una de las razones por las cuales la música y el desarrollo del lenguaje son tan próximos y están tan unidos el uno al otro. Unos científicos debaten actualmente sobre esta unión y el origen de nuestros idiomas. Según ciertas teorías, éstos habrían surgido del protolenguaje, encuadrado por una musicalidad y ejecutado por un gestual y un desarrollo anatómico inherentes para nosotros. Esa coordinación de las extremidades, de la cara, de nuestra laringe y de nuestro cerebro hicieron de nosotros estos seres fans de la clásica, del metal o del jazz aunque hablemos diferentes idiomas pero unidos por esas sonoridades tan estimulantes que representa la música.
The sound of music[Dayton]
Cuando os ponéis los auriculares o los cascos en las orejas para escuchar tu música favorita, ¿qué pasa?
En primer lugar, un sonido saldrá de tus cascos, eso se llama onda de presión ya que las moléculas del aire van a acercarse para propagarse mejor (el sonido se propaga muy bien en un material sólido, lentamente en el agua y en el aire pero absolutamente nada en el vacío).
Es en ese momento cuando la parte externa de nuestra oreja capta la señal sonora y va a reflejarla sobre nuestro conducto auditivo. A continuación, esta onda de compresión que contiene vuestra música favorita va a golpear vuestro tímpano en ángulo recto. En este punto, se hace ya una distinción entre las diferentes frecuencias que contiene la música aunque todo esté a la misma intensidad.
El camino continúa por los huesos de la oreja media que van a conducir el sonido desde el tímpano hacia los fluidos de la oreja interna. La presión del sonido ha aumentado bastante y va a llegar al famoso órgano donde se juega todo o casi, la cóclea (del griego, significa caracol).
Esquema de la propagación de la onda sonora en una oreja
El funcionamiento de la oreja interna está encerrado en el hueso más duro del cuerpo. Las vibraciones entran y van a golpear de lleno un tipo de células llamadas células ciliadas cócleas. Hay cerca de 20 000 en comparación con el ojo en el que encontramos millones de células listas para captar las señales luminosas. Ese pequeño número de células de la audición no es anodino. La mínima pérdida o degradación de esas células, lo habréis entendido, tiene un gran impacto en el oído. Las células ciliadas cócleas, en ese momento, van a transformar ese mensaje mecánico en un mensaje eléctrico que será enviado al cerebro.
What’s Up ?[4 Non Blondes]
Es una llegada rock’n’roll de la señal eléctrica a la corteza auditiva secundaria que se activa durante la escucha, la comprensión de las palabras y de las gamas musicales. Vamos entonces a observar modificaciones de la actividad de las amígdalas, del hipocampo, del cuerpo estriado central derecho, del sector motriz pre suplementario de la corteza cingular y orbitofrontal. En pocas palabras, unos bonitos fuegos artificiales seguidos de una liberación igual de explosiva de hormonas. Entre esas hormonas encontramos la dopamina (hormona de la felicidad), la serotonina, la adrenalina, la noradrenalina y la acetilcolina.
Esquema del cerebro y de las zonas alcanzadas por la música
El estudio de esas señales ha permitido demostrar la implicación crucial que la música tiene sobre nuestras emociones, pero no sólo eso. Ésta permite una mejora de nuestra salud y de nuestro bienestar gracias a esas liberaciones neuroquímicas, un aumento del estrés y de la excitación (todo depende aún de la música), un fortalecimiento de nuestro sistema inmunitario y una afiliación social.
Surprise Yourself[Jack Garratt]
La música no se detiene aquí sino que tiene una fuerte influencia en la plasticidad del cerebro. Unas búsquedas recientes se han interesado a los beneficios de la educación musical en niños disléxicos o con necesidades particulares. Se han observado entonces muchas cosas como el apaciguamiento de los niños, una mejora de la comunicación para los niños autistas, una mejora de las tareas matemáticas pero, sobre todo, una mejora de la lectura y de la escritura para los alumnos disléxicos. En cuanto a los niños que no encuentran este tipo de dificultades, una formación musical temprana contribuiría a la percepción del lenguaje.
En lo que concierne a las personas mayores, la música puede ser una herramienta para estimular la plasticidad cerebral, desarrollar nuevas uniones entre neuronas para paliar las lesiones cerebrales. Con la edad se observa una disminución de la memoria episódica (la que nos sitúa en el tiempo y en el espacio). Esas emociones provocadas por la música pueden servir como activador y compensar este déficit.
Otras aplicaciones terapéuticas: un entrenamiento rítmico de movimiento puede ayudar a pacientes que hayan sufrido un accidente cerebrovascular, que tengan Párkinson, una parálisis cerebral o lesiones traumáticas para recuperar una cierta libertad en sus movimientos del día a día. También es posible aplicarlo en el cuadro del tratamiento del Alzheimer. Se hace pensar que restos de memoria construida con música están enraizados más profundamente y, por lo tanto, son más resistentes a la enfermedad.
Lo último que muchos de nosotros hacemos y que vosotros habéis debido hacer leyendo este artículo, siguiendo los títulos, la música de fondo permite mejorar las competencias cognitivas. Más claramente, cuando escucháis música concentrándoos en otra tarea vuestro cerebro trabaja y se desarrolla.
The End[In Flames]
La música está por todos lados alrededor nuestra, la gente la utiliza en su vida cotidiana. Ésta cumple funciones sociales con la expresión de la identidad y de la personalidad, funciones emocionales con la inducción a sentimientos positivos, funciones cognitivas como la evasión y funciones ligadas al insomnio como calmarse o pasar el tiempo.
Platón ya consideraba que la música tocada según ciertos modos suscitaba emociones diferentes y que la mayoría de nosotros estarían fácilmente de acuerdo sobre la significación emocional de cualquier canción. Los acordes mayores son percibidos como alegres mientras que los menores serían percibidos como tristes, lo mismo pasa para los tiempos lentos y rápidos.
Pese a todos esos enamorados de la música existe, igualmente, un 1,5 % que son insensibles a la música o que incluso la encuentran desagradable. Se trata de una verdadera enfermedad neurológica llamada amusia.
Salvo esta última categoría, la música rebosa de sorpresas ya sean biológicas o psicológicas. Numerosas terapias recurren en lo sucesivo a la música ya que el potencial de aplicación clínica es importante.
Fuentes:
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